LOS CAPRICHOS DEL FÚTBOL…
El Caleidoscopio de hoy nos permite recordar algunas de las mayores “palizas” que los aficionados hayan visto en un partido internacional oficial…
Una de ellas ocurrió el 11 de abril de 2001, en la fase de clasificación para el mundial de 2002 de Corea y Japón. Aquella tarde, Australia, impactó en la red de la selección de Samoa Americana en 31 ocasiones, sumiendo en la humillación a su rival por no haber hecho ni tan siquiera el gol del honor tras contabilizar –computadora en mano- nada más y nada menos que un gol cada tres minutos ¡Increíble!.
No menos increíble fue el resultado obtenido unos días antes en el Australia 22-Tonga 0.
Y así, “buceando” retroactivamente en momentos y momentazos, esta vez, vividos por La Roja, nos detenemos en la que (hasta que la historia futbolística de nuestra selección dio ese tan anhelado giro) era señalada como “la amplia leyenda trágica de España en los mundiales de fútbol” y, como botón de muestra, como otro tipo de “paliza”, recordar el mundial del 54 que merece un capítulo especial. Una historia que, al final, dependió de la “mala suerte” que nos dio el que era apodado como Bambino: el niño Franco Gemma, que se llevó toda “la culpa” por la que España no pudo disputar la fase final del mundial de Suiza en 1954, y sí Turquía.
Recordemos qué pasó con La Roja que, en aquel mundial, dependía de un duelo directo con Turquía a quien, en el partido de ida, había vencido por 4-1. Pero…
…En el partido de vuelta, España no fue capaz de sumar ni un punto, siendo necesario un partido de desempate porque en aquellos años (los lectores más veteranos lo recordarán) la papeleta final no se resolvía desde los doce pasos.
Fue así que, en aquel “famoso” desempate que debía jugarse en Roma, no se contó con una de nuestras máximas estrellas: Kubala, que fue descartado de la selección a raíz de la llegada de un telegrama oficial que recordaba a las máximas autoridades del certamen que el jugador -nacionalizado español-, no podía jugar porque era necesario que cumpliera tres años, no sólo de residencia en territorio español, sino desde que se había naturalizado. El caso es que, para evitar problemas, se decidió no contar con él.
El encuentro anunciado se disputó acabando con empate a dos goles y en la prórroga, los nuestros, no fueron capaces de hacerse con el triunfo.
¿Qué pasó a partir de entonces?
Que los caprichos que a veces plantea el fútbol, nos hicieron depender, nada más y nada menos, que de un sorteo. Y, precisamente, ese inesperado sorteo, hizo que se dependiera de la buena o mala suerte.
Fue entonces cuando aquel niño italiano de diez años, se convirtió en protagonista del destino de España al extraer un sobre con el nombre del equipo que se clasificaría para la fase final de la Copa del mundo de Suiza 1954, dándole la buena fortuna a Turquía y quedando España (pese a su superioridad): eliminada.
Por eso, no hay que olvidar que los goles que suman, siempre son “el mejor sorteo!” que quedará registrado en el incansable caleidoscopio de este maravilloso deporte…