JOHAN CRUIFF
Un particular recuerdo de Francesc Perearnau, subdirector de Mundo Deportivo, a la memoria del genio holandés. Johan Cruiff
Hay muchos Cruyff, tantos como uno haya podido ver y conocer a lo largo de los últimos cincuenta años. Desde el ojo barcelonista, el Johan de la temporada 1973-74, aquel que lideró la Liga del 0-5 en la agonía del franquismo sigue perdurando intacto en la retina de cuantos tuvieron la fortuna de ver en directo el mismo extraordinario futbolista, Balón de Oro, que con el Ajax había ganado tres Copas de Europa y deslumbrado al mundo.
Y si no hubiera sido porque después volvió como entrenador al Camp Nou habría dejado en el barcelonismo una cuenta pendiente. El otro Cruyff pasó luego cuatro temporadas rentabilizando aquella Liga, peleando con los entrenadores, decidiendo quién venía y quién se iba hasta que le tocó a él mismo irse de Barcelona dejando, como fue siempre, un foco de controversia y de polémica.
Listo en el campo, el mejor sin duda hasta Messi, Johan dejó la duda sobre si había dado mucho, la mitad o poco. Aún hoy los socios más veteranos del Barça se siguen debatiendo entre el jugador antológico y excepcional de la triunfal temporada 73-74 y el hombre de negocios en que se convirtió luego, el primero en anunciar pinturas y calzoncillos por la tele y el primero en dirigir un motín contra la marca de la camiseta (Meyba) poniendo un esparadrapo encima hasta que el vestuario obtuviera su parte del botín.
El dinero, la facilidad con la que lo ganó y lo perdió, acabó por marcar demasiado su vida profesional y mediática. Varias veces se arruinó por elegir las peores compañías comerciales y apostar en negocios sin ningún futuro. De ahí su obsesión por manejar también el dinero del club y sacar tajada de todo, no por acumular más tesoros que nadie ni por una malsana necesidad, sino por mantener lo mejor posible a su familia y reponer tanta fuga de capital por confiar en las personas equivocadas.
Le pasó lo mismo como entrenador, fue genial mientras el Cruyff futbolero necesitó ganar por su prestigio personal y por consolidarse y proyectarse en el Barça. Pero cuando lo consiguió volvió a caer en ese entramado de fichajes, operaciones y decisiones que, también como técnico, le forzaron a dejar el banquillo del Barça envuelto en demandas y conflictos.
¿Por qué no le bastaba con ser simplemente genial en lo suyo? Porque eso nunca fue suficiente para él, eso de ganar partidos gracias a su cambio de ritmo, toque, visión de la jugada, elasticidad, fibra, remate y un juego con el exterior del pie inigualado aun hoy… eso que conseguía sin el menor esfuerzo era demasiado sencillo y aburrido.
Cruyff sabía o creía saber más que nadie de todo, especialmente de fútbol, un deporte del cual conocía desde luego todos sus secretos como creía saberlo de medicina, astronomía, cocina, coches, zapatos o ropa… de todo.
Como entrenador le dio al Barça lo que nunca había tenido y que no fue, contra lo que la mayoría cree, piensa y explica un sistema único de juego y una filosofía futbolística especial, simplemente tuvo el valor de eliminar de la ecuación defensiva aquellas unidades sobrantes contra rivales que atacaban con uno o dos delanteros y, eso sí, aprovechar todo el talento de la Masia sin miedo ni vergüenza.
El Barça ya tenía un fútbol base extraordinario y pensado para jugar al espacio y al toque. Johan fue quien, sin dudarlo, le dio a esas primeras generaciones de oro la oportunidad de crecer y explotar.
Ese fue el Cruyff iluminado y brillante que, con Carles Rexach dando pinceladas de equilibrio aquí y allá, moduló el Dream Team y consiguió para el Barça romper el maleficio de la Copa de Europa tras las finales de Berna y de Sevilla.
El triunfo en Wembley 92 fue otro motivo, como el de la Liga del 74, para recordarle desde sus extraordinarias virtudes para el éxito.
Después también se enredó en otras guerras que acabaron en un Barça con Kodro, Korneiev, Prosinecki y otros fichajes que, otra vez, acabaron con su buena reputación. Por cabezota y polemista, pero sobre todo por actuar más racionalizando su forma de sacar provecho del mundo que de acuerdo a su instinto, ese que verdaderamente le confería genialidad a sus jugadas y a sus obras. Cruyff ha sido un grande del fútbol, probablemente el que más cerca estuvo de ser un dios. Pero es muy difícil, por no decir imposible, ser un holandés medio catalán o catalán del todo y no adorar el dinero por encima de todas las cosas.
Francesc Perearnau