Gavi y sus cordones
Sabido es, que desde que comenzó a jugar al fútbol, Gavi lleva los cordones desatados y eso es algo que llama la atención porque… cómo es posible con todo los nervios que imprime a sus jugadas, que no termine en el suelo (algo muy común en él por las faltas que recibe), ya no por culpa del contrario sino de los propios cordones de sus botas…
Nuestro “Caleidoscopio” nos acerca hoy a este jovencísimo jugador y a esos cordones desatados, algo que ocurre desde que era un alevín, siendo hoy un rasgo característico del jugador del Barça.
Al principio se habló de “despiste”, argumento poco razonable ya que los cordones desatados no son un detalle que pase desapercibido para el propio interesado durante todo un partido “y en los entrenamientos, también”, como dicen los blaugranas: “Los ata sin fuerza y se le desatan”.
Todo comienza efectivamente, porque no se los ata correctamente y a los pocos minutos de entrar en juego, se le desatan. Gavi a esto no le da importancia alguna, es decir, como bien podemos leer: “no es por cábala, no; él juega con los cordones sin atar, simplemente porque no se le da muy bien atarlos y entonces los deja así, desatados…”
Además, quienes han indagado en el tema aseguran que “se pone nervioso antes de los partidos y es por eso que no se ata los cordones con la fuerza necesaria como para que no se les desaten y entonces, conforme van pasando los minutos, acaban desatándose…”
Un hábito que ocupa todo tipo de comentarios en las redes donde incluso uno de sus compañeros de equipo, Nico, y a raíz de una fotografía en la que se le ve atándole los cordones, ha escrito bromeando que «¡ya es hora de aprender!»
En el nefasto encuentro en el que el Barcelona fue apeado de la Europa League por el Eintracht, pudimos ver como sus cordones sueltos “rodaban por el césped” más que nunca, ya que Gavi, en ese partido, con el afán de cambiar la realidad que él y sus compañeros estaban soportando, hasta puso la quinta pero… sin ningún resultado favorable.
Desde ALGENTE nos preguntamos por qué un empresario avispado, aún no se le ha ocurrido obsequiarle unas botas, por ejemplo, con velcro o algo parecido.
En fin, si los cordones sin atar formaran parte de una cábala (y no de una costumbre), sin duda, ante los alemanes, no le funcionó.