Francisco, a favor de la mujer.
El papa Francisco amplió por primera vez el derecho a voto de las mujeres para el próximo Sínodo de obispos que se desarrollará, a partir de octubre, en el Vaticano ya que, “al menos 35 mujeres laicas participarán con derecho a voto en la reunión, además de otras cinco religiosas”.
Francisco, amante de los encuentros de “tú a tú”, incluso desafiando su seguridad, lleva algo más de diez años representando al Vaticano y, más allá de antagonismos religiosos -esto es algo que hay que subrayar reiteradamente ya que a la vista de todos está-: este hombre nacido el 17 de diciembre del 36 en el porteño barrio de Flores (concretamente en el número 268 de la calle Varela), sigue, sigue y sigue sorprendiendosin que se le agoten las pilas, repartiendo amor y justicia hacia los cuatro puntos cardinales de la existencia humana.
Tanto es así que, como hemos podido apreciar en editoriales de medio mundo:
“Reconforta apreciar que el papa Francisco (que ya figura como uno de los personajes más destacados de la historia mundial) con su espíritu ejemplarizante de humildad, solidaridad y justicia, motiva la esperanza de todos, aunque no se trate de creyentes”.
Hace ahora, exactamente cinco años, en ALGENTE, dedicamos un informe especial sobre el perfil humano de este campechano Sumo Pontífice, titulado: “Cinco años ya desde aquella ‘Fumata blanca’ que lo convirtió en un papa diferente”.
Pues hoy, tras cinco años más de pontificado, Francisco ha adquirido – y cada día más- un rol protagónico en diferentes situaciones mundiales, sin abandonar la sencillez y el predicar con ejemplos tras haber renunciado a cantidad de privilegios.
Apasionado lector de su paisano Jorge Luis Borges de quien, en la editorial del mes pasado, recordábamos una de sus profundas reflexiones (“He cometido el peor pecado que uno puede cometer: ¡No he sido feliz!”) que, casi que con toda seguridad -al ver el peso de las medidas que lleva a cabo-, esa reflexión borgiana no será precisamente la que suscribirá Francisco ya que, como decimos, al ver la repercusión de sus decisiones, Francisco es feliz porque con ellas, hace igualmente feliz a esas mujeres, dándoles un nuevo y justo sitio en la convulsionada sociedad de nuestros días.
No en vano, es algo que ha sido recibido con entusiasmo en los más variados foros.
Jorge Mario Bergoglio -el papa Francisco- es además un apasionado de la “familia”.
Desde niño -como nos cuentan al haber contactado con veteranas familias que le vieron crecer en aquel popular barrio de Buenos Aires-: “tuvo una estrecha relación con sus abuelos, especialmente con su abuela Rosa Vasallo”.
El propio Francisco confiesa:
“Mi abuela ha sido la mujer que mayor influencia ha tenido en mi vida… Una mujer extraordinaria a la que siempre llevo en mi corazón…”
Hoy día, seguramente: ¡esa mujer! estaría más orgullosa aún, al ver que las asociaciones de mujeres católicas, así como las religiosas en general, han logrado -gracias a su nieto-, hacer realidad “lo que llevaban años solicitando”.
Un papa que representa al poderoso Vaticano pero que lleva muy arraigados los recuerdos de su dura juventud, etapa en la que supo lo que es contar las rebanadas de pan cuando el hambre apretaba.
Sus padres solían decirle que “con la comida no se bromea” y por ello, el propio Francisco, nos recuerda algún que otro instante de esos años:
“De niño, en casa, cuando se nos caía el pan, lo recogíamos y lo besábamos ¡Nunca se tiraba!”
También, emocionado, no se guarda para sí el hecho de que “nuestra madre, se inventaba platos con las sobras -si las había- del día anterior”.
Al mencionar las privaciones que tenía al sentarse a la mesa, hay que decir que desde entonces y hasta estos días, siempre ha sido partidario de platos sencillos y al alcance de todos.
Gracias a Roberto Alborghetti y a su libro más que recomendable: “En la mesa con Francisco” de Editorial Larousse, vamos a recorrer algunos de esos menús que forman parte de una dieta más que sencilla…
“El papa Francisco, que es diplomado en química de los alimentos, cocina con pericia, le gusta comer sano y sencillo, con austeridad y con un poco de vino, y, como buen argentino, toma mate porque dice que es más digestivo que el té o el café”.
Sus comidas como bien apunta Alborghetti “van más allá de la degustación exquisita y placentera y a menudo se invita a sí mismo a comer en el comedor de los empleados del Vaticano, porque para él ese momento es compartir…”.
El autor nos recuerda que el papa “proviene de una modesta familia italo-argentina « que, los domingos, ha tenido por costumbre disfrutar de las tradicionales largas sobremesas ya que, esas comidas son “fuente de relación, de hospitalidad y es poder escuchar a los que forman parte de ese momento” ya que “comer juntos es una acción muy evocadora y simbólica».
En otro de los interesantes episodios contados por el libro con traducción de Jordi Trilla, podemos leer que Giovanni y Rosa, los abuelos piamonteses de Francisco, fueron los que influyeron en la preferencia del papa por todo lo que sea gastronomía natural y sencilla como el «pan casero, los bizcochos de avellanas, los ‘agnolotti’, la harina de maíz (con la que saboreaba “la polenta”) y un etcétera made in casa…
El papa, desde niño, le ha dado mucha importancia a cualquier trozo de alimento, a través de una conducta que jamás abandonó a pesar de los privilegios de los que podría haberse aprovechado. Como un detalle de esa personalidad al valorar todo lo que tuviera que ver con la cocina, nos recuerdan que llegó a decirle a las cocineras que no tiren “el agua de la cocción de la achicoria… Me la tomo con gusto -comentó antes de agregar que: “es buena y hace bien».
También su hermana revela que Francisco cocina de maravilla, sobre todo “los calamares rellenos y el risotto».
Por supuesto que entre las preferencias gastronómicas del papa hay que señalar -como buen argentino- el asado con chimichurri que lo hace como el mejor parrillero del mundo.
Volviendo a la personalidad que Francisco demostró tener desde su juventud, debemos reseñar que, gracias a su férrea voluntad, a su empeño y a diferentes empleos que procuró conseguir (trabajó en una floristería y además fue portero de discoteca), Francisco logró varios títulos universitarios: es, como dijimos, técnico químico; licenciado en Filosofía; profesor de Literatura y Psicólogo.
En su día, tomó la decisión de ingresar en el Seminario Jesuita de Villa Devoto, egresando en la Navidad del 69.
Con el paso de los años, en el 92, fue Obispo; en el 98, arzobispo y en 2001, Juan Pablo II lo nombró Cardenal.
Después se convirtió en el papa Francisco que medio mundo señala como ejemplo.
Hoy, como uno de los papas más respetados y queridos que nos ha dado el Vaticano, Francisco se muestra -a sus años- con ganas de seguir luchando, sobre todo sin dejar de ser un hombre normal, que pisa la realidad y, por ello, aprecia las falencias de la sociedad en la que vivimos, motivo por el cual toma las decisiones que hoy nos han hecho repasar nuevamente parte de su perfil de hombre sencillo que, seguramente (más allá de creencias y religiones) apreciarán los miles de lectores de ALGENTE porque, como bien podemos decir con una dosis de buen humor: Francisco es …
¡La hostia!
©Bayres/ALGENTE/Fotos álbum fliar.
Familia Bergoglio / El Vaticano