ANTHONY BLAKE ¿Es su imaginación?
Somos escépticos y acudimos al show de Blake en guardia, ojo avizor, dispuestos a ‘pillar’el truco. No pudimos.
Participamos del espectáculo y nos fuimos con la boca abierta.
Aún no sabemos cómo lo hizo, y aunque nos morimos de curiosidad, en el fondo no queremos saberlo.
Porque preferimos creer en la magia…
“Muchas veces, en mis números, utilizo libros, revistas, y en más de una ocasión, la Revista Algente, como hoy” nos dice Anthony Blake, este increíble “superdotado” de la mente que asombra a medio mundo con cada una de sus presentaciones con las que arrasa, vaya donde vaya…
Os leo cada mes y jamás habría imaginado que un pequeño grupo de profesionales hicieseis esta publicación: creí que erais una numerosa redacción por los logros… ¡Os felicito! ¡Merecéis el apoyo de todos!
Tras agradecerle sus palabras le preguntamos…
Te describes a ti mismo como mago de la mente, aunque alguna vez también te hemos visto realizar hipnosis…
La hipnosis la hice hace muchísimos años, pero no me convence. Reconozco que hay grandes profesionales, a los que respeto muchísimo pero personalmente, el espectáculo de hipnosis no me gusta porque tienes que hacer que los demás hagan tonterías para demostrar que esa persona está realmente hipnotizada. Yo siempre parto de la base de que hay que brindar el máximo respeto a los espectadores y a las personas que se sientan conmigo. Mi espectáculo es de auténtico teatro y «La Grada Mágica» es mi auténtico laboratorio; aquí puedo hacer mis primeras pruebas a corta distancia con el público.
¿Cómo se consigue que esa magia salga bien sin que se descubran los trucos?
Con mucho estudio, trabajo y ensayo. No hay otro secreto más que estudiar muchísimo. Yo lo digo al principio y al final, no soy psíquico ni tengo poderes paranormales, dependo de tu concentración. Nada de lo que hago es sobrenatural. Todo lo que habéis visto es producto de vuestra imaginación, yo me encargo de estimular la imaginación para que veas lo que yo quiero que veas. Parece que te estoy leyendo el pensamiento pero, solamente lo parece.
En nosotros mismos, sobre el escenario, “adivinó” pensamientos súper puntuales que no habían salido de nuestra cabeza, por eso, tras sonreírle, continuamos:
¿Entonces hay un componente de sugestión?
Hay un componente de mucha observación hacia la gente. Hay un componente de muchísimo control sobre los movimientos de la gente, hay un uso de la programación neurolingüística muy interesante que es para llevar a la gente por donde la tienes que llevar y hay un trabajo de mago, de ilusionista, muy importante que es el que realmente permite llevar a cabo todas las cosas. Si yo en este momento dijese que tengo poderes, estarías dispuesto a decir que sí, porque hoy has visto cosas absolutamente imposibles de explicar, eso es magia. La magia es lo que no es posible explicar y sin embargo lo estás viendo. Cuando ves que cortan a una señora en dos, sabes que no se puede hacer, sin embargo, ves cómo los magos lo hacen…
¿Cuál es tu objetivo?
He intentado y estoy consiguiendo devolverle el misterio a la magia. A finales del siglo XIX había magos que realizaban espectáculos con bombillas. Encendían y apagaban bombillas porque todavía no eran de uso popular y la gente se maravillaba. Hemos ido avanzando y yo descubría que, para mí, la mejor área -dentro del ilusionismo que hay escrito en el mundo- es la del mentalismo. Eso incluye otras artes afines para poder hacer que el personaje crezca, por supuesto. No me queda más remedio que estudiar mucho y muchas veces textos que no tienen nada que ver con la magia; tengo que leer muchísima psicología. Tengo que estar al corriente de los últimos descubrimientos que se hacen en psicología y en psiquiatría.
Eras estudiante de medicina. ¿Cómo te llegó la pasión por el mentalismo?
Estudié medicina. Mi madre me dijo que yo tenía que terminar la carrera de medicina. Entonces le dije que acabaría la carrera y después haría lo que yo quisiera. En cuanto tuve el título en la mano, se lo di a mi madre y le dije que entonces iba a dedicarme a lo que me apasionaba. Y es la mejor opción del mundo.
¿Y conseguiste que tu madre se sintiera orgullosa de ti con el rumbo que tomó tu carrera a pesar de lo que ella quería?
Sí, después de unos cuantos años conseguí que se sintiera muy orgullosa. Pero hay un detalle, lo que se llama ‘morir matando’: la primera vez que salí en televisión en serio, fue en un programa que presentaba Concha Velasco (desde el Florida Park), que se llamaba ‘Viva el espectáculo’ y, después del segundo programa, con una audiencia estupenda, me salió todo perfecto y al terminar llamé a mi madre para preguntarle si le había gustado. Su respuesta fue: ‘sí hijo, te ha salido muy bien y estabas muy guapo pero… No se te veían los puños de la camisa…’. Ella no podía permitir que todo estuviera perfecto, algún defecto necesitaba sacar siempre. Y cuando me casé con mi mujer, hace 16 años (ya llevaba otros 16 en esta profesión), al final de la boda, la cogió de la mano y le dijo, como buena asturiana: ‘oye guapina, tú que eres una niña muy formal, muy seria, con una familia estupenda, ¿por qué no convences a este marido tuyo, que se deje de tonterías y que abra una consulta de médico?’. Nunca renunció a ello. Pero para mí, es lo mejor que podía hacer en mi vida, dedicarme a lo que me estoy dedicando.
¿De dónde surgió esa pasión por la magia?
Cuando tenía 7 años, los reyes me trajeron ‘Magia Borrás’. A los 12 ó 14 años, tuve un compañero de clase cuyo hermano mayor era muy aficionado a la magia y me dejó un libro de magia. Al leerlo me di cuenta de que había trucos que yo podía hacer y que es muy divertido. A los 18 años conocí a Tamariz. Él me dio un cambio brutal en mi manera de entender la magia y de conceptuarla, me enseñó que detrás de la magia hay una filosofía maravillosa que hay que estudiar y controlar, me enseñó a estudiar libros de magia y… Como era muy buen estudiante, en un momento dado, por una convocatoria me echaron de la Universidad de Oviedo y me pasé un año sabático a la espera de conseguir plaza en otra Facultad. Y en ese año me lancé directamente a actuar en bares, pubs y discotecas que tenían amigos míos en Asturias porque todos me decían que se me daba muy bien y me debía dedicar a esto. Hasta ese momento mi idea era dedicarme a la medicina, pero aquel año me dediqué en cuerpo y alma a la magia y como consecuencia, cuando acabó aquel año ya sabía que esto era lo que quería. Lo pasé muy mal porque no sabía cómo contárselo a mi madre, pero ahí fue cuando llegamos al acuerdo.
¿Cuál ha sido el espectáculo en el que más has disfrutado o que más has hecho disfrutar a la gente?
El último que presenté aquí en Madrid, en el Teatro Amaya, titulado ‘No vengas solo’ que hablaba del miedo. No era un espectáculo de miedo, pero hablábamos de a qué le tienen miedo las personas, al dolor, a hacer daño a alguien… Cruzábamos un poquito al otro lado, si hay algo, si no hay nada… Y la gente salía con el yuyu metido en el cuerpo. Era un espectáculo muy elaborado pero a su vez muy sencillo, súper entretenida, comenzaba conmigo contando una especie de monólogo con el que introducía el resto del espectáculo. Y para el año que viene quiero estrenar uno nuevo que será, probablemente, una continuación.
Para tu familia debe ser imposible discutir contigo, siempre debes saber lo que van a decir…
¡Qué va! Cuanto más los conoces, más difícil es saber lo que estás pensando. Me divierte mucho jugar con mis hijos. Especialmente ahora que están en estas edades tan particulares, el mayor cumplirá 15 años y el pequeño cumplirá 9, entonces cuando me cuentan algo, les miro serio y les digo: ‘me estás mintiendo y lo sabes’. Es muy divertido cómo reaccionan.
¿Crees que ocupas el lugar que te corresponde dentro de este mundo de la magia?
Decir lo contrario sería ofender. Por supuesto que estoy donde tengo que estar. Y por supuesto que la gente conoce, reconoce y respeta mi trabajo. Después nos ha tocado vivir en el país que nos ha tocado vivir. Yo estoy en un sector donde no molesto a nadie, no le hago sombra a nadie, voy a lo mío, tengo un horizonte marcado y, como decía Don Quijote: ‘Ladran, señal de que cabalgamos’. Intento ser lo feliz que soy en estos momentos, ver a mis hijos crecer, seguir teniendo capacidad para crear espectáculos nuevos. Cada vez que sales al escenario es una reválida.
¿Hay algún lugar donde te gustaría ir?
Sí. No he podido ir, por motivos fundamentalmente económicos, al Magic Castle de Hollywood. Es la sede de la Academia de las artes mágicas, es un lugar idílico para todos los magos. Lo que ocurre es que los presupuestos que tienen son muy cortos e ir exclusivamente a trabajar allí no me daría ni para pagar medio vuelo. Lo que sí haré será aprovechar la próxima vez que vaya a la zona de Los Ángeles.
¿Te gustaría que alguno de tus hijos siguiera tus pasos?
No me importaría pero no me gustaría, porque para llegar donde estoy, me he tenido que comer muchos ‘marrones’. Y no me gustaría que algún hijo mío tuviera que ganarse la vida como yo me la tuve que ganar en algunas ocasiones. No por nada malo que haya hecho, porque bien sabe Dios que he sido más normalín que normalín pero he trabajado en sitios muy crudos y muy cutres para poder sobrevivir. Y uno no quiere ver nunca trabajar a un hijo suyo en un sitio cutre. El mayor hace unos juegazos estupendos; Tenemos un número medio montado de telepatía entre los 2, el año pasado se montó un espectáculo de cartas en la urbanización donde veraneamos en Ibiza y se sacó una pasta. Y el pequeño apunta más a los modales de su madre. Mi mujer es chef y él ya tiene su propio cuchillo y le gusta cocinar.
¿Les cuentas tus trucos a tus hijos?
Nooooo… ¡No se le cuentan a nadie! Además, en estos momentos, con tal de ligar, ¡somos capaces de cantar La Traviata si hace falta!
© Nuria Santero/ALGENTE
Fotos © Marcelino Bonamino
Agradecimiento La Grada Mágica