AMILIBIA: NOS HABLA DE LA CRISIS EN ESPAÑA
Entrevistado por quien mejor le conoce: Su mujer, la popular periodista Ketty Kaufmann
EN SU FLAMANTE NOVELA “TODOS LOS DÍAS EL FIN DEL MUNDO”José María Amilibia, conocido periodista y escritor, acaba de publicar la novela “Todos los días el fin del mundo” (editada por Stella Maris), en la que narra la larga y muy dura crisis que ha sufrido y aún sufre España, porque, como él mismo dice, “se habla de recuperación, pero nadie aclara quién se está recuperando realmente: ahí están los millones de parados, los comedores sociales llenos…”
Nos recibe en su coqueto apartamento junto a la popular periodista Ketty Kaufmann, su esposa, quien con la amabilidad que le caracteriza, aceptó la propuesta de ALGENTE: entrevistar al veterano pero siempre jovial Amilibia que atrapará a miles de lectores con esta novela – un extremo reality-show cargado de ironía y humor negro- que mezcla realidad y ficción, noticias recogidas de los periódicos y mucha imaginación.
Ketty, sabiamente, comienza su entrevista con la misma pregunta con la que Amilibia abre su libro, una cita del filósofo Nietzsche: “¿Qué dosis de verdad puede soportar un hombre?”.
Depende del hombre, naturalmente—responde Amilibia—porque hay hombres más duros y menos duros. Pero creo que lo que Nietzsche quiere decir es que al hombre, en general, no le gusta saber la verdad, o al menos toda la verdad. Y también que el conocimiento de nuestras propias miserias, de nuestra desnuda realidad, puede ser fatal para él.
En tu novela, el protagonista acaba loco…
Loco o muy lúcido. Es un policía encargado de analizar las noticias que los periódicos van publicando sobre la crisis. Todos los días malas noticias, que si el rescate por parte de la UE, que si la quiebra del Estado, que si la prima de riesgo…Y además, todas las historias de corrupciones, de dinero público derrochado, de los fraudes en las Cajas de Ahorros, etc. Lo que todos sabemos que ha pasado en este país y que aún colea. Vivimos unos años en los que todos los días era el fin del mundo. De ahí el título.
La historia de ese policía, Harold García, es terrible y esperpéntica…
Sí. Es la historia de la destrucción de un hombre por la insufrible avalancha de malas noticias y peores augurios, por la variedad de contratiempos, desgracias y conflictos que padeció; por la evolución de sus pensamientos en el interior de una mente herida y maltratada que los tritura hasta llegar a convertirlos en pulpa indeseable. Así que su cabeza se llena de obsesiones enfermizas, rencores irrefrenables, delirios entre sublimes y surrealistas, contradicciones sin fin.
El pobre hombre acaba suicidándose. ¿No había otra salida para él?
Yo no vi otra. Esta es la historia o la crónica de la crisis de un cerebro hasta su voladura controlada. Es quizá mi novela más fuerte.
Me imagino que ha tenido mucho que ver tu condición de periodista.
Claro, y está dedicada a los periodistas, a los periódicos.
Son muy reconocidas tus entrevistas en “La Razón”. ¿Tu clave?
El humor. Incitar a los entrevistados a que pierdan un poco su sentido del ridículo y la solemnidad para mostrarse más jocosos. Más abiertos. Yo tengo una teoría: si una entrevista, sea corta o larga, es aburrida, no la lee nadie. Y si no la lee nadie, ¿para qué hemos trabajado media hora el entrevistado y yo?
¿Añoras tus tiempos de reportero?
Sí, pero la edad marca los límites, las distintas etapas. Hay una edad para cada cosa. Hoy no podría trasnochar tanto, ni beber tanto, ni vivir con la intensidad de entonces. La calle quema mucho.
Los sábados escribes una sección en la que recuerdas a los grandes personajes que conociste. Ahí sí que existe un punto de nostalgia, ¿verdad?
No nos podemos librar de la nostalgia ni los que decimos que no somos nostálgicos. Es una sección que me la pidió el periódico para hablar del pasado de personajes a los que llegué a conocer, actores, actrices, políticos, escritores, folklóricas, etc. Gusta a la gente, creo, pero a mí me suena un poco a las “batallitas del abuelo”.
Y la relación de estos famosos con la prensa era muy diferente a la de ahora…
Sí, porque no estaban protegidos por guardaespaldas, ni asesores de imagen, ni jefes de Prensa, etc. Venían a pelo y si les caías bien, hasta podías ir de copas con ellos. Eran accesibles.
Mucho han cambiado las cosas y mucho este periodista. Es la vida, como él dice.
Entrevista ©Ketty Kaufmann/ Bayres/ALGENTE
Fotos © álbum fliar./ Liliana Cozzi